Un axioma que ha permanecido invariable a lo largo de las décadas es que el torero que entrega su sangre en la arena, se gana el derecho de volver al año siguiente. En el mundo adulterado en el que vivimos, el toreo es de las pocas cosas que son VERDAD. Cuando en el toreo un hombre muere, es verdad. Es un hijo, o un padre, o un amigo, un hombre que deja de existir, que se inmola y entrega su vida en pro de la creación de un arte; el arte de poder a una fiera más fuerte que el hombre, con un solo trozo de tela.
No se puede, me niego a creer que se pueda, vilipendiar el esfuerzo de un hombre dispuesto a sacrificar su alma por el amor a su profesión.
¿a cuento de qué viene esto? viene a cuento de un hombre que se llama Arturo Macías. Figura del toreo de Mejico, que puediendo estar acomodado en su país decide venir a España a ser figura en el mundo entero.
Viene a cuento de que ese hombre mostró un enorme valor en el pasado año, debutando en Valencia y pagando con sangre su arrojo. De Valencia fué contratado para Sevilla, con la corrida del temible hierro de Palha, en donde también regó el albero maestrante con sus venas. Más tarde fué a Madrid, donde fué cogido en dos ocasiones, y finalmente a mitad de temporada viajó al Puerto de Santa María donde un toro le partió el bajo vientre, el pecho y un pulmón.
Todo esto aderezado de toreo del bueno.
Ahora llegan las primeras ferias. La empresa de Madrid se olvida de incluirlo en la feria de Vistalegre, Simón Casas lo ignora para la feria de Valencia y la empresa de Sevilla (Eduardo Canorea y Ramón Valencia) escupe en su esfuerzo.
Si ya no se respeta en el toreo la sangre derramada no se a donde vamos a llegar. Se les tendría que caer la cara de vergüenza a todas estas empresas. Y esperemos al Puerto de Santa María.

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