Volvemos al Toruño
De la mano de Eduardo Dávila Miura
Aquel día, Dávila Miura, tentó tres vacas. No fueron complicadas ni tampoco derrocharon virtudes en la muleta del sevillano. Algunas con la cara alta y sin clase. En el caballo no mostraron clase ni bravura, salvo una que embistió al peto del picador en innumerables ocasiones. El diestro tuvo la virtud de alargar mucho la embestida de las reses, aunque no siempre obligandolas por abajo y casi nunca bien colocado.
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